La confusión que provoca el apellido francés del candidato a gobernador.



En los años iniciales en que las rutas aún eran de tierra y para moverse entre las ciudades del interior misionero muchas veces había que realizar verdaderos sacrificios para llegar al siguiente pueblo, la pequeña localidad de Jardín América no era ajena al acontecer del resto de la provincia y del país.

La población se mantenía informada por los medios de comunicación de la época, siendo las voces de la radio las que llegaban de manera más fácil a los hogares jardinenses. Si bien los caminos eran muchas veces complicados de transitar, medios impresos como el diario El Territorio, también llegaban a las manos de aquellos ávidos por informarse.

En los primeros meses de 1960, las noticias provinciales se ocupaban de las inminentes elecciones. Es así que en las horas radiales y columnas impresas, como así también en las tandas y avisos publicitarios, era preponderante la cuestión electoral. Además, los afiches y carteles promocionando a los candidatos eran moneda corriente en los pueblos misioneros.

Con el peronismo proscrito, las candidaturas principales se repartían entre dos sectores fraccionados de la UCR. Uno de los candidatos a gobernador, representando a la UCRI, era César Napoléon Ayrault; el otro era Mario Losada, por la UCRP.

Con relación al primero, que es el protagonista de esta historia, hay que aclarar que al ser su apellido de origen francés, tiene una particular forma de ser pronunciado: la manera correcta suena algo así como “airó” o “eró”.

Era de esa manera como los reportajes en los informativos radiales o las publicidades de campaña en las tandas se referían al candidato, pronunciando el apellido de acuerdo a las reglas del idioma francés. Por supuesto que en los medios escritos y en los afiches, se lo escribía con su grafía correcta.

Entonces día a día en radio LT4 de Posadas, o mediante algún automóvil con parlantes montados en su techo que recorría el pueblo y las colonias, se escuchaban las publicidades de campaña con “vote a Eró”; mientras que los carteles y pintadas callejeras en algún muro disponible, transmitían el mismo mensaje: “vote a Ayrault”.

Con el objetivo de dedicarse de lleno a la campaña y recorrer el interior provincial, el Dr. Ayrault había renunciado en enero de 1960 a su cargo de Interventor Provincial, y se dedicaba a trabajar en vista a las elecciones del 27 de marzo de ese año.

En una de sus recorridas llegó hasta la joven población de Jardín América. El lugar elegido para llevar a cabo el mitin fue bajo el célebre Timbó, árbol que servía de hito para identificar al incipiente poblado.

Debajo del Timbó se armaban festivales, en sus inmediaciones se detenían los colectivos, y por supuesto que su sombra constituía un lugar ideal para armar las reuniones políticas.

Tal es así que a lo largo de los años, con diferentes políticos explicando sus ambiciones bajo el frondoso árbol, alguno hasta se animó a sumar al gigante vegetal a su signo político.

–“Debajo de este árbol intransigente…” – fue la curiosa frase que en una oportunidad utilizó José Méndez Huerta para dar mayor énfasis a su discurso (haciendo referencia a su signo político, la Unión Cívica Radical Intransigente).

Pero volvamos a la historia que nos ocupa. Tal como se relató, el encuentro entre los candidatos y el público, compuesto por aquellos que compartían el signo político, pero también con gran cantidad de curiosos, estaba desarrollándose normalmente. Como todo acontecimiento de ese tenor, primero hablaron los referentes locales y de poblaciones vecinas, dejando al candidato principal para el cierre. Todos los oradores resaltaban y exaltaban las propuestas, y llamaban a votar decididamente por “el doctor Eró”.

Finalmente llegó el momento más importante, cuando al candidato a gobernador le tocó el turno de dirigirse a los jardinenses.

Subió a la tarima y empezó a relatar sus proyectos e ideas. Mientras enumeraba su visión de futuro para la provincia, la multitud que se encontraba reunida se entusiasmaba cada vez más ante la calidad de tan buen orador.

En cada pausa del joven abogado, la multitud aplaudía y vitoreaba. Por ahí alguno con más coraje cada tanto se animaba a gritar “¡¡Viva el Dr. Eró!!”, a lo que el resto se sumaba con más aplausos y vivas.

Llegó el momento en que el discurso concluyó, Ayrault terminó de detallar su proyecto de gobierno y la multitud alcanzó su momento más exultante, infundidos de euforia después de haber escuchado al notable visitante.

Mientras algunos se acercaban con intención de estrechar la mano de aquel en quienes iban a confiar su sufragio, otros comentaban acerca de lo que habían terminado de oír.

En uno de esos grupos de asistentes que comentaban e intercambiaban opiniones, se encontraba don Miguel Marzeñuk, charlando alegremente. Este vecino vivía en cercanías del Timbó, así que solo había tenido que cruzar la ruta para acercarse a participar del evento.

Las propuestas esbozadas en el discurso realmente habían conmovido a Marzeñuk, al punto tal de contribuir a decidir su futuro voto. Compartió con el resto de sus circunstanciales acompañantes lo que pasaba por su cabeza en esos momentos:

–Pero que bien que habla. Que buenas ideas que tiene este Eró. –comentó mientras sus interlocutores lo oían. Para agregar de inmediato:

–A este sí que yo le voy a votar… No a ese otro… Ayrault, a ese no pienso votarle, ¡ese miente mucho! – acotó pronunciando el apellido del candidato así tal como se lo escribe, sin adaptarse a la fonética francesa.

Algunos de los que estaban a su lado esbozaron una sonrisa al notar la confusión y el error. Otros en cambio, asintieron enérgicamente, concordando con Miguel, que “ese Ayrault no es de fiar; nada que ver con Eró, este sí que es bueno”.

dibujo: Mario Arrieta.