Isaac Da Silva
por Isaac Da Silva

El presente texto fue escrito por don Isaac da Silva –mentor principal detrás de la idea fundacional– en 1971 con motivo del 25° aniversario de la ciudad.
Por tratarse de un excelente material de referencia sobre los inicios del pueblo como así también acerca de las personas involucradas en el proyecto, nos pareció importante incluirlo a modo de breve reseña sobre la fundación y los fundadores.

Así como todas las cosas humanas tienen un principio, los pueblos y ciudades, fruto del esfuerzo de muchas personas, tienen un día en el transcurso de los tiempos en que la idea de un hombre o de muchos, mancomunados, comienza a convertirse en realidad.

El día 7 de mayo de 1946 marca el hito inicial de una realidad: JARDÍN AMÉRICA.

Teniendo en mente a mi entrañable amigo y condiscípulo, el profesor Gastón Fayard, actualmente en California, EE.UU., escritor, poeta y soñador; y a mi amigo, socio y cuñado Enrique Jacobo Drachemberg, infatigable luchador, actualmente en San Juan, Puerto Rico, con quienes hacíamos, en nuestras largas conversaciones, muchos “castillos en el aire”, y algunos con la ayuda de Dios, pudimos hacer realidad.

A mi hija Luisa Raquel da Silva, futura profesora de Historia; a los distinguidos historiadores y estudiosos misioneros Don Aníbal Cambas, Méndez Huerta, Sánchez Ratti y el archivo e historia viviente y pujante que es “El Territorio” y a su entonces Director, Don Humberto Pérez, con quien en muchas oportunidades compartimos sueños e ilusiones sobre la futura grandeza de nuestra “patria chica”, Misiones.

Teniendo estos recuerdos en mente, pensé formar algunas carpetas con fotocopias de documentos originales para que tengan antecedentes auténticos para la historia del génesis de Oasis y Jardín América, promisorios parajes de Misiones, “la hermosa”.

En 1941 un grupo de idealistas cooperativistas, iniciamos en Posadas la idea de formar una colonia cooperativista en un lugar de Misiones, que llamaríamos “Oasis”.

Después de mucho recorrer, gestionar y sembrar muchas ilusiones y esperanzas, pudimos comprar en 1943 las primeras 1000 hectáreas de tierra y el 17 de enero de 1944 entrábamos, abriendo picada en el monte para hacer la mensura y dar principio a la colonización de Oasis. Al entrar en el monte disponíamos de dos cajones con provisiones y $100 –recursos por demás exiguos en relación a la empresa que iniciábamos. Pero nuestro mayor capital era la fe, el entusiasmo y la juventud.

Aunque muchos en un principio dudaban, poco a poco fueron tomando confianza, contagiados por nuestro entusiasmo y esfuerzo, y la cooperación se hizo evidente.

Para fines de 1945 la realidad había superado nuestros mejores sueños: Oasis tenía su Cooperativa, su escuela, su iglesia, su club recreativo (A.R.C.O., Asociación Recreativa y Cultural Oasis), fábrica de escobas y cabos, algunos aserraderos y las casas y plantaciones de los colonos creaban una actividad contagiosa en la incipiente colonia. Tenía su canción compuesta por Hamilton Macgowan, cuyos versos compuso Gastón A. Fayard, quien era director de la Escuela Sarmiento y dirigía el periódico “Oasis”.

La Sociedad Oasis, Sharp y Cía., adquirente y colonizadora de las tierras que originalmente pertenecieron a la sucesión Roca, se estaba afirmando. Había recibido sustanciosos aportes de capital y el entusiasmo reinaba en el ambiente. En vista del éxito obtenido, empezamos a pensar en extendernos. Con Enrique J. Drachemberg y Gastón A. Fayard, formábamos un trío de soñadores realizadores, que habíamos demostrado nuestro empuje con la fundación y funcionamiento de la Academia Sarmiento en Posadas, con sucursales en Oberá, L. N. Alem y Santo Tomé; en estas dos últimas localidades, Gastón A. Fayard había ejercido la dirección.

En nuestro entusiasmo creador, hacíamos planes de formar un pueblo modelo, bien delineado sobre la ruta que uniese con un camino recto a Oasis y su puerto, que es uno de los mejores y más profundos de la zona. Y cada vez que pasábamos por el lugar, imaginábamos un pueblo que surgiría en ese paraje. Con ese ideal en vista, empezamos a procurar la adquisición del terreno y pensamos en un principio en la propiedad Bunge con aproximadamente 2000 hectáreas que era lo ideal para nuestro proyecto, pero no fue posible adquirirla. Se presentó después la oportunidad de comprar 1700 hectáreas que es lo que forma la primera sección de Jardín América y de la Villa Jardín América y allí se fue materializando nuestro anhelo. El nombre surgió de nuestra inquietud romántica de crear un pueblo modelo que reuniese las condiciones ideales para que sus habitantes se sintieran felices de convivir en él, no solo por estar bien delineado, sino también por su excelente ubicación y la extraordinaria belleza que ofrece natura en la zona.

El punto de partida en mi mente surgió de la visita que hice en aquella época a un espléndido barrio residencial de San Pablo, que se llama Jardín América. ¿Qué mejor que un jardín, aunque simbólico, para la residencia feliz de sus futuros habitantes?

En esas consideraciones resolvimos llamarle al futuro pueblo Jardín América, y le pondríamos a la plaza principal el nombre del descubridor de América, Cristóbal Colón, y a las calles y avenidas los nombres de los países y de los personajes más destacados de las Américas.

La idea de que cada vecino dejase delante de su casa o en los costados, lugares para tener jardines con toda clase de flores, le daría un encantador aspecto y formaría un puente de unión entre lo simbólico y lo real de un atractivo jardín encantador. En la actualidad, muchos de sus habitantes están llevando adelante ese ideal, pues en sus hermosas casas tienen bellos jardines para solaz y deleite de los visitantes.

En abril de 1946 teníamos el nombre y el terreno, pues el señor Enrique J. Drachemberg había firmado en Buenos Aires el boleto de compra, y nos comunicó que podríamos empezar el estudio y la mensura de la propiedad; él quedaría un tiempo en la Capital Federal por otras gestiones que tenía que realizar.

En Oasis el entusiasmo iba en aumento, pues nos sentíamos afortunados de participar como pioneros de un nuevo pueblo que iba a surgir como quien siente la esperanza, el gozo y en parte la ansiedad del hijo que va a nacer.

Fijamos la fecha del 7 de mayo de 1946 para empezar a hacer las picadas y las líneas principales del pueblo que ya teníamos delineado en el papel y llevaríamos al terreno.

En el lugar había espesos montes y teníamos que abrirnos paso a filo de machete y hacha. Mis compañeros y maestros del monte, Juan Enríquez y Fabián Acosta me habían enseñado muchas cosas relativas a la vida en el monte, y en los dos años transcurridos aprendí a manejar el teodolito y los jalones; hacer rumbos, líneas y picadas para el estudio del terreno para poder hacer el proyecto de la mensura. Me había familiarizado con la vida en el monte, con las comidas en los improvisados campamentos, el “reviro” con mate cocido de desayuno y el golpeteo en “la morena” practicado con todo entusiasmo en la madrugada por el cocinero. Al mediodía como almuerzo un sabroso “yopará”. Y en la noche, después de la cena, alrededor del fogón, las tertulias matizadas de cautivantes relatos de “aparecidos”, tigres y “lobizones” que exaltaban nuestra imaginación. Luego, en la tranquilidad de la noche, dejó un recuerdo imborrable en mi memoria el canto de algunos pájaros y en especial el llanto lúgubre del “urutaú”.

Llegó la ansiada fecha del 7 de mayo de 1946 y los que habíamos prometido participar del proyecto nos reunimos frente a la Escuela Sarmiento de Oasis, para iniciar una nueva y grata aventura que se llamaría Jardín América.

Estaba amaneciendo y antes de salir el sol ya nos encontrábamos listos para partir. Teníamos nuestros enseres y herramientas en un carro, el señor Arturo Otto lanzó un “sapucay” semejante al pitido de una locomotora como señal de partida; y así, con algarabía juvenil, algunos en el carro y los demás a pie, recorrimos los 12 kilómetros que nos separaban del lugar donde íbamos a fundar un nuevo pueblo. Al llegar al lugar que actualmente ocupa la estación de servicios Shell, hicimos una reunión teniendo como escenario los añejos árboles de la selva y por alfombra la tierra colorada del angosto camino. Formamos un círculo y explicamos los motivos, ideales y esperanzas que nos habían congregado allí para iniciar el trabajo de lo que sería en el futuro, un eslabón más en la cadena de pueblos y ciudades que forman nuestra hermosa provincia de Misiones. Elevamos una plegaria pidiendo a Dios, manantial inagotable de luz, vida y de todo bien, que bendijera el trabajo que habríamos de realizar y colmase de bendiciones al pueblo que en ese momento fundábamos, bajo la protección del Todopoderoso.

No hubo en la ocasión fotógrafos, ni periodistas, ni piedra fundamental, ni actas de fundación; pero con toda sencillez y profunda emoción rubricamos con un “amén” nuestra petición al Creador.

Los que en ese día tuvimos el placer de participar de la concreción del anhelado proyecto y del solemne acto de la iniciación de los trabajos de Jardín América, fueron los señores: Arturo Otto, Pedro León Sharp, Juan Enríquez, Federico Schmidt, Fabián Acosta, Juan Massena, Jorge Osorio, Cosme Alvez, Eugenio Acosta, Rogelio Cardozo, Salvio Sosa, la Sra. Emilia Drachemberg de da Silva y el que esto escribe, Isaac da Silva.

Algunos de los nombrados ya se fueron en el viaje sin retorno a la morada del silencio, pero la mayoría somos testigos vivientes de aquel acto inaugural, realizado ese hermoso día de otoño.

Inmediatamente iniciamos el trabajo buscando puntos de referencia en la línea de separación con la propiedad Bunge, con los jalones y la brújula establecimos la línea de norte al sur y con el teodolito que nos había facilitado el señor Gregorio Toumanian marcamos el este. Macheteros y jaloneros iniciaron la picada de exploración y estudio del terreno; algunos con machetes, otros con hachas, pero todos con gran entusiasmo íbamos abriendo la enmarañada selva y gozándonos de la frescura del follaje, que se sumaba a la grata emoción de sabernos pioneros de una obra que imaginábamos maravillosa en su perspectiva de tiempo y espacio.

Nuestro entusiasmo activo tuvo un paréntesis cuando nos llamaron a almorzar. El campamento se había instalado junto al arroyo Capilla de Belén y la Ruta 12. La señora Emilia D. de da Silva y el sr. Eugenio Acosta, cocinero del campamento, nos habían preparado un suculento menú, del cual dimos buena cuenta, y mientras comíamos se comentaban interesantes incidentes de esa primera actuación.

Los que teníamos a nuestro cargo el estudio del terreno, proyectos y mensura, seguimos con nuestra tarea; los otros, cansados pero contentos volvieron a Oasis. Ese mismo día el sr. Federico Schmidt que estaba visitando Misiones, resolvió poner su entusiasmo y sus pesos para construir la primera casa de material del pueblo en proyecto, que es la que está al lado de la nueva Casa Mazal, los ladrillos fueron adquiridos en el Establecimiento Leoni y el barro se transportó a lomo de caballo desde el arroyo cercano.

En poco tiempo habíamos estudiado una buena parte del terreno, especialmente donde pensábamos ubicar la Villa Jardín América,. Teníamos los bosquejos de los primeros planos, entonces vinieron los agrimensores sr. Miguel Romer y Prudencio Villaverde para cumplir su cometido de mensura y amojonamiento.

La primera casa de material se estaba levantando, dos grandes letreros indicaban que se vendían chacras, quintas y solares; se imprimieron folletos y afiches y se inició una campaña publicitaria. Empezaron a llegar los primeros pobladores, muchos que tenían sus propiedades en Oasis, teniendo en cuenta la extraordinaria ubicación de Jardín América, adquirieron terrenos y se trasladaron dando empuje inicial al naciente pueblo.

Pasado un tiempo y como fruto de la propaganda empezaron a venir mas pobladores y se levantaban viviendas y comercios. El sr. Martín Hein levantó un aserradero que con el correr del tiempo se transformó en la Fábrica de Terciados Master de Abraham Mazlumián y Cía. y así otros fueron levantando aserraderos, carpinterías, talleres, y otras actividades. El señor Hugo Von Zeschau tomó a su cargo la explotación maderera de la propiedad, lo que trajo más actividad en la colonia. Llegaron a Jardín América el ingeniero Raúl Marcenaro y Alfredo Hönig, hombre extraordinario este último, que con poco hacía mucho, a quienes les facilitamos terrenos, maderas y casa habitacional; en poco tiempo levantaron una fábrica de maderas terciadas y produjeron en gran escala, obteniendo ganancias excepcionales. Eso movió a muchos a levantar fábricas en distintos lugares de la Provincia, y fue en Jardín América donde germinó la industria masiva de la madera terciada que en pocos años saturó el mercado nacional de ese producto con un importante ahorro de divisas.

Digno y grato es recordar los nombres de aquellas personas que de una u otra forma contribuyeron al éxito de aquella empresa. Además de los ya nombrados y de los que estuvieron presentes en el acto de nacimiento de la colonia, muchos otros contribuyeron directa o indirectamente con su trabajo, con su esfuerzo, con su simpatía, o con su fe. Recuerdo con reconocimiento a la sra. Julia Blanca Roca de López, al sr. Carlos Shaw, administrador de la sucesión Roca y a los sres. Derna y Wanderdor que le secundaban, de quienes adquirimos en total aprox. 10 mil hectáreas de terreno, en forma ventajosa. Y a otros que por motivos de distancia u ocupación no estuvieron en el acto inaugural con su presencia física, pero que sí estaban mancomunados en el ideal, los señores Gerónimo Osorio, Eduardo Hein, Juan Meyer, Arius Gramberg, Lucas Schulz, Juan Häntch, Humberto Cairus, Luis Mairow, Eduardo Bublitz, Macario Wasiuk, Campolín Massena, Idilio Peverini, Rosa Toumanian, Gregorio Toumanian, Ireneo Marcenaro, Ramón Flores, Guillermo Straich, Erna S. de Sharp, Ernesto Steger, Wasili Polisiuk y otros que escapan a mi memoria.

Lo que ocurrió en el principio es lo que me ha sido placentero relatar, la historia de lo siguiente dejo para otros que han convivido el progreso de Jardín América entre ellos al ilustre estudioso señor Méndez Huerta. A los que vinieron tras los iniciadores, esa pléyade de hombres y mujeres que con renovado esfuerzo, y muchas veces con sacrificio, han sido los continuadores y realizadores de esta realidad que es hoy Jardín América.

A los continuadores y realizadores de esa realidad que es hoy Jardín América en sus primeros 25 años, muchos de los cuales se han afincado y arraigado a este bello trozo de la tierra colorada y han permanecido firmes en el solar que eligieron y además ponen al servicio de la comunidad su dinamismo, cariño y entusiasmo; a todos ellos, interpretando el sentir de los que comenzamos esta obra, me es muy grato y me complace rendirles mi sincero y emocionado homenaje.



Isaac da Silva
1971

El escrito original, además de la firma de su autor, Isaac Da Silva, se encuentra rubricado por otros participantes de aquel proyecto fundador: Emilia Drachemberg de da Silva, Pedro Sharp, Juan Massena, Gerónimo Osorio, Juan Enríquez, Fabián Acosta y Arturo Otto.