El director de escuela que perdió su cargo al vestir un atuendo desaconsejable para aquel momento.



Es probable que hayan sido escasos los jardinenses que oyeran en directo la cadena de radiodifusión que aquel sábado 26 de julio de 1952 poco después de las 21.30 transmitió la noticia.

–Cumple la Secretaría de Informaciones de la Presidencia de la Nación el penosísimo deber de informar al pueblo de la República que a las 20.25 horas ha fallecido la Señora Eva Perón, Jefa Espiritual de la Nación. – fueron las palabras que el locutor Jorge Furnot desde la Radio del Estado leyó esa fría noche.

Jorge Furnot - Radio del Estado:

https://alboradadeunpueblo.com.ar/static/audios/JorgeFurnot.mp3

El breve comunicado terminaba informando: “Los restos de la Señora Eva Perón serán conducidos mañana, al Ministerio de Trabajo y Previsión, donde se instalará la capilla ardiente.

En la joven población aún no había red eléctrica, y eran pocos los hogares que contaban con un radio receptor alimentado por batería. Aquellos que lo tenían y esa noche estuvieron sintonizando LT4 de Posadas o ZP5 de Encarnación, pudieron enterarse junto con el resto del país y del mundo del suceso. Otros se enteraron al día siguiente, cuando la noticia comenzó a circular de boca en boca en el pequeño poblado.

Aunque el fatal desenlace no resultaba del todo una sorpresa por el avance que había tenido la enfermedad en la salud de Eva desde hacía varías semanas, igualmente dejaba a la ciudadanía en un estado de conmoción y desolación. Con sectores que adherían a la figura de Eva y del Gral. Perón, pero también con un sector que los aborrecía, nadie era ajeno a la magnitud del acontecimiento.

Con el paso de las horas, en todo el país empezaban a manifestarse las consecuencias del fallecimiento: cines y teatros con funciones canceladas, comercios cerrados, radios que interrumpieron su transmisión habitual para dedicarse a pasar música solemne y ciudades enteras vestidas de luto.

El país se detuvo emocional y protocolarmente: paro general de 72 horas de la CGT, y dos días de duelo junto a 30 días de luto oficial que fueron decretados por el gobierno nacional.

El periodista Hugo Gambini, en su libro “Historia del peronismo”, escribió al respecto: “Cuando el gobierno dispuso que el velorio continuara quince días más, hasta el 11 de agosto, la gente ya ni escuchaba la radio porque había música sacra continuamente. Además, los boletines radiales de las 20:25 eran un cántico luctuoso insoportable. Los espectáculos de cine y teatro siguieron dos semanas suspendidos. La Asociación del Fútbol Argentino fue obligada a postergar sus torneos durante tres fechas. Tampoco había carreras en los hipódromos ni bailes en los clubes. No había dónde ir. Todo esto hizo que el duelo fuera prácticamente compulsivo. Sólo se podía ir de visita a lo de un amigo, con la condición de no escuchar discos con el volumen alto, porque se podía comprometer al dueño de casa si algún vecino lo delataba”.

Jardín América, aunque aún pequeña y reciente, no era ajena a lo que sucedía en el país. Banderas a media asta en los escasos edificios públicos los días de duelo, y crespones negros en la vestimenta de los funcionarios hasta finalizado el mes de luto oficial.

Uno de esos edificios públicos era la Escuela 284, entonces bajo la órbita del Estado Nacional (recordemos que Misiones aún era Territorio Nacional en ese entonces). Había abierto sus puertas hacía apenas un año, el 12 de agosto de 1951. Ocupaba un galpón de madera en la zona de Av. San Martín y calle Aconcagua.

Su director desde el momento de la apertura había sido Luis Alberto Leiva, quien también cumplía funciones de docente, dando a clases a niños de varios grados que compartían un mismo salón en el precario edificio.

Leiva, como el resto de los maestros, había cumplido con los días de luto asistiendo a su trabajo con ropas de colores acordes al sentimiento generalizado. Pero una mañana de agosto, antes de que se cumpliera el mes de duelo oficial, se presentó a dar clases luciendo un llamativo atuendo: con toda normalidad apareció en la escuela con su pulcra vestimenta de todos los días pero en la que resaltaba de lejos una corbata de un color rojo intenso. Ignoramos si se trató de una acción fruto de la distracción, el descuido, o un hecho premeditado para expresar su disgusto por la obligatoriedad de vestir ropas oscuras.

Su corbata no pasó desapercibida. Una dirigente local de la rama femenina del Partido Peronista se enteró del atrevimiento de Leiva y enseguida informó de lo sucedido a las autoridades educativas pertinentes en la capital del territorio.

La sanción no tardó en llegar, y a los pocos días Leiva fue relevado de su cargo de director y transferido a otra localidad.

Años después, cuando se cumplieron 25 años de la fundación de la Escuela 284, su primer director volvió para los festejos. De impecable traje, esa vez no vestía ninguna corbata llamativa.

Año 1976, celebración de los 25 años de la Escuela 284.
De izquierda a derecha: José Mercedes Giménez, Virgilio Poiré, dos sacerdotes cuyos nombres escapan a la memoria, Ángel Villaverde, Luis Alberto Leiva, Fulgencio Gerardo Verón, Felipe Kuszpit, Orlando Lépori.