• programa 04
    lunes 18/03/1996
  • programa 05
    miércoles 20/03/1996

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La escena transcurre en el restaurante de un hotel. El año es 1943. Sentados a una mesa, un grupo de hombres con un gran proyecto en mente. En la mesa de al lado, un par de caballeros conversando en un idioma extranjero, que casualmente uno de los del primer grupo domina. Conversaciones más bajas en el grupo para poder indagar mejor en la charla vecina. Palabras claves de sumo interés para los del proyecto, que de esta manera casual obtienen información muy importante para llevar a cabo su empresa.

Descripto así bien puede ser el guión de una película de espías, ambientada en los intensos años de la Segunda Guerra Mundial. Pero en verdad se trata de algo real y que nos toca mucho más de cerca. En la amistosa charla con don Eduardo Otto, nos enteramos que esa fue la curiosa manera en que los pioneros que fundarían Oasis se enteraron de la disponibilidad de tierras para llevar a cabo su empresa.

Don Otto inicia la charla contando sobre los orígenes “de la madre de Jardín América”. Se refiere, por supuesto, a Colonia Oasis.

Relata que en los comienzos de la década del cuarenta, un pastor de la Iglesia Adventista del Séptimo Día llamado Humberto Cairus, como parte de sus tareas misionales frecuentemente visitaba las provincias del noreste argentino. En esas recorridas se encontraba con demasiada gente en situación de pobreza, incapaces de progresar. Y en esas recorridas también, cuando visitaba Misiones se asombraba con las inmensas extensiones de selva sin explotar. Entonces se reúne con otros, tales como Enrique Drachemberg y Juan Hench, para formar una junta y buscar terrenos en Misiones para formar una sociedad o cooperativa, y llevar a esa gente pobre a vivir y trabajar en esos terrenos.

Comenzaron a reunir fondos para implementar el proyecto y a buscar el terreno apto para llevarlo a cabo.

Una noche se encontraban en un hotel en Posadas, en plena búsqueda de terrenos en el Alto Paraná para fundar su emprendimiento. Da la casualidad que en la mesa de al lado había dos señores que conversaban en inglés del mismo tema, también buscando terrenos para comprar en la región. Drachemberg hablaba perfectamente inglés y les indicó a sus compañeros que bajen un poco la voz, para poder escuchar mejor. De lo que pudo escuchar, rescató las palabras claves Tabay, Kamada y Naranjito. Delimitado por esas palabras clave –siempre según los que hablaban en inglés– existía una península de 1200 has. perteneciente a la hija del presidente Roca, Y estaba en venta.

En base a esa información, y sin tiempo que perder fueron a Buenos Aires a averiguar por esas tierras. Las compraron y así nació Oasis.

Apenas comprada la propiedad, que era una tierra hermosa, invitaron a que la poblaran. Vinieron personas de diversas provincias. Por ejemplo, el hermano de don Eduardo, Arturo, vendió su casa de dos pisos en Colonia Almafuerte y su yerbal, y decidió venir a Oasis.

Se levantó un aserradero y una fábrica de mangos de escoba. A alguno se le ocurrió que en vez de solo el mango por que no fabricar la escoba entera. Así que plantaron maíz de guinea y entonces también produjeron escobas. Luego vino Famater, fábrica de terciadas.

En aquellos años don Otto trabajó en una fábrica llamada La Misionera. Prepararon una carga que el gerente se ofreció a llevar hasta Santa Fe en un camión. El gerente, la carga y el camión se fueron. “Y nunca más supimos de ellos”, relata don Otto entre risas a cincuenta años del suceso.

Siguiendo con Oasis, también recuerda a la fábrica de dulces que fue un éxito rotundo. Elaboraban mamón, durazno, ananá. Éste último se producía en grandes cantidades en aquellos años, aunque al día de hoy las heladas lo han eliminado.

En cierta oportunidad, en la década del 60, a la esposa de don Otto le tocó etiquetar 250 mil latas que se exportaron a Suecia. El producto tuvo tal aceptación en aquella nación escandinava que se recibió un pedido tres veces más grande. Pero no se pudo cumplir con el envío.

Con el empuje de sus trabajadores, entre los que menciona a Harms – por problemas en la grabación no queda del todo claro el apellido– y Bejar Barrios, se logró mantener a flote la fábrica, hasta que más tarde fue menguando el éxito y se contrajeron muchas deudas. Luego, a mediados de los setenta, en una de las tantas crisis económicas de la historia argentina, la fábrica de dulces de Oasis (como así también la Tung Oil de Santo Pipó), tuvieron que bajar sus persianas.

Analizando el motivo del progreso y éxito de Jardín, don Otto coincide con lo que oportunamente había dicho Méndez Huerta: que el tipo de población que vino, mayormente con experiencia y conocimientos para trabajar, fue uno de los puntales de ese progreso.

En sus comienzos para Jardín se compraron 6 mil hectáreas. Los Kamada se comprometieron a comprar la mitad de esa extensión. Después se agregaron otras 4 mil hectáreas.

Don Otto destaca la fertilidad de la tierra en la que se asienta la ciudad, única en la región. Utiliza la palabra alemana hinterland, a la que define como “tierra del fondo”, para referirse a las zonas rurales alrededor de un casco urbano; y según su opinión, desde San Ignacio hasta Eldorado, ninguna se compara con Jardín.

Oasis se pobló de gente pobre. En cambio Jardín recibió gente que dejaba atrás una posición quizás no tan apremiante, y que venían con toda la familia, camiones, camionetas y tractores, listos para empezar a trabajar. Y con la abundancia de vehículos enseguida surgían los talleres mecánicos, acota don Otto. Con el transcurso del tiempo se puede ver en las colonias el progreso que lograron esos colonos. Menciona como otro detalle a favor el asfaltado de la Ruta 7.

En la época en que había buena actividad económica, Otto aprovechó sus ahorros y compró, por poca plata y al contado, un terreno de 40 por 40 sobre una avenida del pueblo.

El bajón grande se dio cuando se incendió la fábrica de Mazter, del armenio Abraham Mazlumián. La fábrica de Hönig desapareció también.

Menciona también a Agronorte, gran fábrica de dulce, en mermelada y almíbar, en las décadas del 60 y 70. También decayó y desapareció.

En los primeros años vino Santiago Ciganotto, con dinero y se asoció a los fundadores. Pero en vez de dedicarse a explotar los enormes recursos forestales de la zona (grandes montes en la zona de Tabay por ejemplo), Ciganotto les instó a comprar una fábrica de tejas y ladrillos en Santa Ana. Como no era suficiente, después compraron también un aserradero en Villa Poujade, en Posadas. También una península para formar un futuro puerto. Todos estos negocios instigados por Ciganotto. Que más tarde vino exigiendo la obtención de dividendos por todas sus inversiones.

Luego aparece Zambano, que era acreedor de Ciganotto. “Zambano era hombre bastante mejor que Ciganotto. Con este hombre se podía trabajar” narra don Otto.

Entre las personas que habitaron por aquellos años el pueblo, don Otto recuerda a un hombre culto que llegó a ser su amigo y con el que conversaban mucho. Brígido Prado era el nombre y dirigía el aserradero de Drachemberg y Cia. Era un coronel retirado del ejército paraguayo, que había participado en la Guerra del Chaco y había tenido una actuación destacada especialmente en la tarea de proveer de agua a las tropas en aquellas áridas regiones1.

Según don Otto, la ventaja climática de Oasis, que beneficiaba a los cultivos, está dada por tratarse de una península sobre las aguas del Paraná. Lo que hace que sea propensa a las neblinas, las cuales impiden la formación de heladas dañinas para las plantaciones.

Si bien Jardín se caracterizó por éxitos y progresos, también hubieron momentos de reveses y dificultades. El más grande de ellos ocurrió el 1ro. de noviembre de 1956, al incendiarse la fábrica Mazter. Con el cambio de turno a las 13 horas se inició el siniestro, y en 15 minutos la fábrica que daba trabajo a más de 150 personas, quedo destruida. Con la partida de esas personas que quedaron sin su fuente laboral, fue algo muy triste, el pueblo cayó en un tremendo bajón, del que afortunadamente pudo recuperarse.

Hablando del empuje y progreso, recuerda a la gestión del intendente Kalitko. “A mi me tocó, con mis 40 metros de frente, el empedrado…” Sigue contando que en 1976, su hijo se había ido a Alemania y había dejado un piano que era de la esposa. Se sumaba al piano que ya había en la casa y no sabían donde ponerlo. Un día charlando con un docente, éste le pregunta si no sabe donde podía conseguir un piano. Y es así como lo vendió y con el dinero pagó el empedrado a la municipalidad.

Al finalizar su primer participación en el programa, don Otto hace hincapié en su admiración por la juventud y el potencial que tiene Jardín en ese sentido. Para ellos lee un párrafo de la escritora norteamericana Elena G. de White:

“El mundo –Argentina y especialmente Jardín América, agrega don Eduardo– necesitan hombres y mujeres que no se venden; hombres y mujeres que no teman dar al pecado el nombre que le corresponde; hombres y mujeres que sean leales a la verdad como la brújula que nunca cambia y siempre señala al Polo Norte; hombres y mujeres que se mantengan del lado de la verdad aunque se desplomen los cielos”.

En su segunda visita al programa, se comienza preguntando a don Otto sobre recuerdos de vecinos de aquellas primeras épocas. Entonces menciona a la familia Wasiuk, que habían venido desde Ucrania y se afincaron en la zona del arroyo Delicia, en Colonia Oasis. Allí tenían un pequeño aserradero y colaboraron con el desarrollo de Oasis.

“Aleksy Wasiuk trajo un motor de camión desde Entre Ríos. Y acá hizo la carrocería y armó el camión” recuerda Otto. Cuenta que después Aleksy se mudó a Jardín y montó un aserradero en un lote ubicado en la esquina de calles Venezuela y Paraguay. En esos años, por lo agreste de los caminos, en la región se usaban unos camiones de tipo militar, de origen canadiense. Aleksy compró uno de esos vehículos y el equipamiento necesario para sacar rollos de madera del monte, con los cuales se dedicó a la explotación forestal extrayendo cedros de la zona de San Vicente.

Como parte de las anécdotas, enseguida surge el dato que el planchón que se usó para armar el primer trampolín en los Saltos del Tabay había sido donado por Aleksy, y colocado en el lugar por Ignacio Arrieta y Roberto Aire.

En el campo de las pequeñas anécdotas humorísticas del día a día, don Otto recuerda al padre de Aleksy, que vivía en Oasis y tenía un camión. En esos tiempos en que las distancias eran grandes y los medios escasos, cuando alguien salia de la colonia, algún que otro vecino se le sumaba para aprovechar el viaje. Es así que un día, don Wasiuk salía con su camión y se encuentra a una persona a la vera del camino esperando por alguien que lo acerque hasta Jardín.

Don Wasiuk aminora la marcha, y le pregunta al que esperaba “¿Va lejos Usted?” Entre el ruido del motor y el castellano con acento de este inmigrante ucraniano, el hombre de a pie se apresura a responder “No, yo no soy Vallejos. Yo soy Bruchón!”. Vuelve a preguntar Wasiuk, y Bruchón vuelve a responder lo mismo.

La equivocación – explica entre risas don Otto- se debía a que en la zona vivía una familia de apellido Vallejos, y Bruchón pensaba que lo estaban confundiendo con alguno de esa familia, mientras que don Wasiuk solo quería saber si el peatón iba lejos para ofrecer acercarlo a su destino.

Otra de las familias a las que recuerda es a los Kamada. El padre de los hermanos Takara, Masao, Isao y Tadayoshi, –de nombre Kunigoro– solía ir caminando desde Naranjito a Oasis para atenderse con don Otto. Inmigrante japonés, le costaba hablar en castellano, pero trataba de hacerse entender de todas maneras.

Es así que un día de 1951, en una visita al consultorio de Otto, don Kunigoro le cuenta de un percance que había tenido uno de sus hijos: “Takara. Hijo. Tractor. Doctor. Oberá”.

Con esas cinco palabras acompañadas de gestos indicando una caída, don Otto entendió que Takara había tenido un accidente, cayéndose del tractor en un camino rural al fondo de la colonia Naranjito, fracturándose cuatro costillas en el incidente. Y que tuvieron que llevarlo a Oberá para ser atendido por el médico.

Al mencionar a los Kamada, enseguida viene a la charla la figura del Dr. Tadayoshi, uno de los primeros médicos del pueblo, que atendía sin descanso a todo aquel que lo necesitase, sin importar su condición social.

La conversación pasa al tema de los médicos en la incipiente población. Recuerda que antes de Kamada estuvo por no más de dos años un médico de apellido Rivero.

Cuenta Otto que este médico tenía la costumbre, cual actor teatral, de practicar los gestos y modos de atender a los pacientes. Para ello, ponía un gran espejo en el patio de su vivienda, y se paraba en frente para practicar esos gestos y ademanes. Pensaba que nadie lo observaba, pero don Eduardo recuerda entre risas que sí lo veían.

La doctora Marta Schwartz, de gran trayectoria en Puerto Iguazú y en el Alto Paraná en general, también solía trabajar en la zona. Recuerda que en una oportunidad la médica se encontraba presente atendiendo el parto de la esposa de Juan Meyer. Trabajó como dos horas, pero no lograba que se produzca el alumbramiento. Eran como las 11 de la noche, y entonces le pidieron a Otto -poseedor de uno de los pocos vehículos de Oasis, su colaboración para ir hasta Gobernador Roca a buscar al doctor Rolandeli para asistir en la atención.

En los difíciles caminos de aquellos años y en plena noche don Otto realizó el trayecto hasta Roca y trajo al médico. Éste a los 15 minutos de llegar logró que la paciente diese a luz. Para las 1 de la madrugada le tocó a don Otto retornar con el médico hasta Roca. Con la satisfacción de la tarea cumplida con éxito, le ofrecieron “una cervecita para el viaje” recuerda don Otto. “Pero yo como tenía que manejar les pedí un cafecito solamente”.

En medio de la charla, de apuntes históricos plasmados en un libro escrito por Rita Tannuri de Machón, surge que en 1949, cuando el gobernador Aparicio Almeida crea la Comisión de Fomento de Jardín América con Enrique Drachemberg como presidente, llegó el primer médico de la localidad, el Dr. Ruez. Ese mismo año se creo la estafeta postal, a cargo de Ramón Silveira.

Como otro dato curioso surgido de la charla, se menciona que en esos primeros años, Jardín era tan nueva que no contaba con cementerio. Los fallecidos eran sepultados en el cementerio de Hipólito Yrigoyen.

Cuando se le pregunta sobre su familia, don Otto cuenta que era una familia numerosa: seis varones y tres mujeres, además de una hermana que sus padres habían adoptado en Brasil. “A la hora de comer era una mesa grande” relata, “entre padres, hermanos y empleados éramos como 16 a la mesa”.

Arturo, quien fue uno de los fundadores de Jardín, era su hermano mayor y el que quedaba a cargo de la familia en ausencia del padre.

Según recuerda don Otto, su padre siempre quiso que uno de sus hijos fuera dentista. Y Eduardo, sin saberlo, ya desde chico se inclinaba por esa actividad. Con 10 años, “agarraba un cortaplumas, vainas de uña de gato. Y hacía “prótesis dentales con eso” recuerda risueño.

Nacido en Alem, cuando cumplió los 18 años estudió en Porto Alegre para mecánico dental. Trabajó con un dentista que lo llevaba por diversos pueblos de ayudante, y allí aprendió y empezó a dedicarse también a tareas propias de un odontólogo. Recordemos que esto era entre las décadas del 30 y 40, cuando las distancias eran enormes y la atención médica solo estaba disponible en las grandes ciudades.

Rememora las dificultades tecnológicas para su actividad por aquellos años. Se hacían prótesis de caucho. Para vulcanizarlo hacía falta una máquina con la que se hacía hervir el material por dos horas a 280°. Al momento de la charla don Otto cuenta de su intención de donar esa máquina al museo de Jardín, para que las generaciones actuales puedan conocer esas ahora lejanas técnicas. Y se lamenta no haber guardado alguna de esas prótesis de caucho para poder mostrarla también.

Ya para 1940, desde Alemania vino el acrílico, un nuevo material para hacer las prótesis, más sencillo de trabajar. Solo hacía falta una olla y media hora de hervor para terminar el trabajo.

Compró –”a 11 pesos oro” – a la marina el equipo para desarrollar su tarea. A través de un contacto con un político de Corrientes logró que le dieran el trabajo de atender al personal de Gendarmería que se desempeñaba en la región (aún no existía la Policía de Misiones). Recuerda con orgullo que el mayor Díaz, uno de los jefes de Gendarmería apostados en esta zona de la provincia, prefería traer a su esposa a que se atendiera con Otto, antes que llevarla a San Ignacio.

Con su amable personalidad, para finalizar su participación en el programa, don Otto elige dejar un mensaje para la “querida juventud”, para quienes desea lo mejor ya que los considera el motor necesario para el futuro progreso de Jardín.

Para ello, elige las palabras del sabio Salomón: “Instruye al niño en su carrera, y aun cuando fuere viejo, no se apartará del camino”. Enseguida agrega que el fundamento de la educación debe ser puesto en el hogar, por los padres.

Se despide agradeciendo por la invitación para la charla radial, esperando haber contribuido y destacando que lo hace de todo corazón y con mucho gusto”

Deja como mensaje final un pequeño fragmento de la Biblia: “De toda cosa guardadas, guarda tu corazón, porque de el emana la vida”.

Eduardo Otto

  1. Investigando para la redacción de este texto, se descubrió a un Brígido Prado –suponemos que se trata de la misma persona– cuya actitud heroica proveyendo agua como Capitán en el 2do. Cuerpo del Ejército paraguayo en la contienda del Chaco, le valió ser motivo de una poesía del asunceno Darío Gómez Serrato, quien lo recuerda con estos versos:

    Nde rembiayhupara roju nde rendápe
    nde ati’y ári omimvíva estrella romuakỹsemi
    ndéve taipoty mamo rehohápe
    Ka’avotory, kuña pukavy ha Guavirami


    traducción:
    Los que te queremos venimos a donde tú estás
    y en tus hombros hay estrellas que brillan y titilan,
    vamos a regarlas para que, donde quieras que vayas, florezcan
    el Ca’avotory, la sonrisa de una mujer y el Guavirami.

    (Ca’avotory : planta muy estimada por los guaraníes, a la que le atribuyen cualidades mágicas. Guaviramí: planta olorosa pequeña, parecida a la pitanga.)